Extrait du livre El grano de arroz
El grano de Arroz Autor Pascale Vignali Illustrasa por Justine Cunha Publicado por Le Regard Sonore Editions
Esta antigua historia se ha contado durante mucho tiempo en Vietnam. Dicen que sucedió cuando la tierra aún era joven... Las montañas recién habían nacido, así como las islas y los océanos. El Emperador de Jade, un dios todopoderoso que vivía en el cielo, vio que la Tierra era magnífica. Y decidió llenarla de hombres y animales para hacerla aún más hermosa... Y como era un dios benevolente, creó arroz para alimentar al hombre.
En aquel tiempo, los granos de arroz eran redondos y dorados como pequeños soles y mucho más grandes de lo que son hoy. Eran muy sabrosos, y tan nutritivos que un solo grano era suficiente para una comida completa. Por lo tanto, el Emperador de Jade estaba seguro de que los hombres nunca pasarían hambre...
Estos maravillosos granos de arroz no requerían ningún trabajo de los agricultores. Crecían solos en los arrozales. Los jóvenes brotes emergían con orgullo del agua, saltaban vigorosamente hacia el cielo y se balanceaban suavemente bajo el sol hasta que los granos de arroz estaban completamente maduros. Los granos maduros simplemente se dejaban caer de sus tallos y rodaban hacia las puertas de las casas donde los granjeros esperaban en silencio.
A cambio de este maravilloso regalo, el Emperador de Jade solo exigía una cosa… EMPERADOR DE JADE Para que el arroz pueda llegar a sus casas, deben poner una cuerda desde los arrozales hasta su casa. Así los granos no se perderán. Y, sobre todo, asegúrense de limpiar todo lo que encuentren en su camino, desde los campos hasta su puerta... ¡cada uno de estos granos es un regalo sagrado! ¡No deben ser ensuciados por la más mínima partícula de polvo!
La gente de la tierra prometió que así lo haría. Desde su palacio celestial, el Emperador de Jade los observaba cumplir su promesa, año tras año... Antes de cada cosecha, en todas las aldeas, hombres, mujeres y niños estaban ocupados como hormigas, limpiando cuidadosamente cada rincón de sus casas.
Luego, los granos de arroz llegaban alegremente en una sola fila, viajando de campo en campo. Se alineaban frente a cada casa en cada pueblo, encontraban el camino hacia las alacenas y saltaban suavemente a los jarros donde se almacenaban.